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¿Qué implica la generación energética sustentable? Artículo de Omar Masera y Luca Ferrari

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De acuerdo con el artículo de Omar Masera y Luca Ferrari en el Blog Diálogos Ambientales de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Gobierno de México, las fuentes renovables, pese a sus límites son la energía del futuro. El incremento del costo de producción de los combustibles fósiles y su creciente impacto ambiental, las hacen cada vez más atractivas.

Los autores destacan que para que la transición sea sustentable desde el punto de vista energético y ambiental, es importante incorporar el tema de ahorro de energía, buscando reducir la demanda en los sectores de mayor consumo, como el transporte -47% del consumo energético del país-, el industrial -31%- y el residencial -18%-. De hecho, es por la vía de un menor consumo energético y de una menor dependencia de bienes importados y con largas cadenas de suministro que se puede alcanzar no sólo una mayor independencia energética, sino una disminución importante de las emisiones de GEI.

Al mismo tiempo, la transición energética también debe ser socialmente sustentable. Debe reducir la inequidad, asegurando el acceso universal a servicios energéticos dignos en zonas rurales y periurbanas, y debe promover tanto la democratización de la generación de energía, como la posibilidad de detonar procesos productivos locales con base en la generación distribuida por medio de fuentes renovables.

Es tiempo de enfrentar la realidad. La energía barata, abundante y controlable, con la que se construyó la civilización industrial, se está agotando, y las fuentes renovables no pueden ni podrán sostener el nivel de consumo actual y, mucho menos un incremento. Somos cada vez más, hemos rebasado la capacidad de regeneración de la biósfera, y quedan cada día menos recursos, los cuales además tienen una distribución extremadamente desigual. La única alternativa a los conflictos sociales, las guerras y el colapso ambiental es una redistribución más equitativa de los recursos y una reducción controlada de los consumos.

Redirigir los recursos hacia la sustentabilidad implica replantear las prioridades. Debemos dejar de apostarle a industrias de uso intensivo como la automotriz, la aeroespacial, la de exportación o el turismo internacional, y reorientar la economía hacia las necesidades internas y hacia la construcción de comunidades y sistemas de producción más resilientes. En el fondo,  esto equivale a apostarle a un nuevo “imaginario” o proyecto civilizatorio, basado en la articulación armónica de economías locales.

La transformación hacia formas de gobernanza verdaderamente democráticas y policéntricas es fundamental, de modo que se logre una mayor descentralización de la administración pública y una mayor participación de la sociedad en la toma de decisiones.


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